La actividad física acumulada a lo largo del día e integrada en la rutina diaria es una herramienta de promoción de la salud y prevención y control de enfermedades. Caminar, montar en bicicleta, realizar actividades cotidianas de una forma activa, practicar algún deporte, hacer gimnasia o simplemente jugar conviene porque:
La práctica regular de actividad física reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, hipertensión, diabetes, cáncer, y demencia, como por ejemplo el Alzheimer.
También contribuye a mantener el peso y, por tanto, ayuda a evitar el sobrepeso, la obesidad y la aparición de enfermedades crónicas, como la hipertensión.
La práctica regular de actividad física aumenta la fuerza, agilidad, flexibilidad y resistencia cardiovascular.
Además, todo el organismo sale beneficiado:
Las personas activas viven más años que las personas inactivas. También tienen mayor autonomía para realizar las tareas de la vida diaria y mejor capacidad para enfrentarse a los retos cotidianos.
Las personas físicamente activas duermen mejor que las personas inactivas. La actividad física ayuda a disminuir el insomnio y otros trastornos del sueño.
La práctica regular de actividad física ayuda a relacionarse con los demás. Realizar actividad física con los compañeros de trabajo ayuda a potenciar las relaciones laborales, la cooperación y el afán de superación. Es una buena práctica para mejorar el clima laboral.
Ser una persona activa mejora el estado de ánimo, reduce el estrés y ayuda a combatir la ansiedad y la depresión.
La práctica regular de actividad física mejora la memoria y la capacidad de aprendizaje. Los niños que realizan actividad física tienen un mejor rendimiento escolar.